miércoles, 29 de agosto de 2012

2010

Me acordaba de las mil cartas que te escribí y que nunca te pase, quizás las escribí sabiendo que nunca te las iba a dar. 

Pensaba todos los días  y todas las noches, analizaba, analizaba la situación, me analizaba a mi misma y te analizaba a ti, de ahí nunca saqué mucho, te odie tanto pero nunca fue  un odio en serio, traté de mantener mi mente en blanco y desearte lo mejor, que fueras feliz con la vida que habías elegido - o que habías tenido que elegir - te lo merecías, te lo mereces.

Aunque no quiera saber de tu felicidad y me de vueltas en la cabeza lo egoísta que soy, aunque sea todo tan raro, aunque imaginarte con ella sea tan raro, aunque me den ganas - a veces -  de nunca haberte conocido porque la vida así hubiese sido más fácil pero también más aburrida.

La nostalgia, la pena, la decepción, la rabia, la angustia son parte de eso que sentí alguna vez por ti, había amor también, ese amor simple, sin prejuicios, sin muchos adornos, ni demasiados días de duración, con intensidad, supongo que es eso lo que más extraño, el amor, ese amor tan único y especial, ese amor que ya no está pero que aparece de vez en cuando para recordarme lo feliz que fui esos días, para llevarse cualquier sentimiento parecido al rencor o al odio, la vida fue buena y nos dio tardes eternas de alegrías, a veces basta un poco de eso para empezar a vivir, vivir de verdad.

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