Horas,
días, meses, casi dos años perdidos.
Conversar,
conversar, conversar, hablar, explicarte, entenderte, tratar de entenderte.
Aguantar el
sueño y la repetición del mismo nombre una y otra vez, lo repetitivo, lo mismo
siempre, las mismas razones, las mismas consecuencias, las mismas explicaciones
y casi disculpas, qué pena me das ahora!. Por ahora no cuentes conmigo y digo
“por ahora” porque me conozco lo suficientemente bien como para saber que ahí
voy a estar otra vez o quizás no, quizás ahora si me fui por un buen rato.
Cuando ese nombre se hace real no necesitas a nadie, ni a nada.
Contigo
siempre todo fue más difícil de entender, de procesar, mi paciencia se
multiplicó y mi tolerancia se hizo única. Ya no quiero hablar, ni preguntar, ni
estar horas desperdiciando mis días tratando de explicarte cosas que nunca vas
a entender porque nunca has querido entenderlas, ni gastar mi tiempo en comprender
lo que quieres de tu vida, y aunque suene cuática ya no me interesa gastar mi
tiempo en ser parte de tu vida, una parte que no necesitas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario